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lunes, 29 de agosto de 2016

Consumismo: Soluciones

 
Consumismo: Soluciones, por:
Eduardo García Gaspar
14 agosto 2012
Bien vale la pena examinarlo. Era una queja en contra del consumismo.
Entiendo que se trataba de lamentar el materialismo manifestado en compras sin mucho sentido.
Está bien, es correcto criticar ese tipo de materialismo.
En fin, nada original, excepto por la forma que tomó esa crítica. Decía que el consumismo era causado por el libre mercado.
Pensando así, por consiguiente, si usted ya no deja libres los mercados, el consumismo desaparecerá y asunto arreglado. Desafortunadamente, no es recomendable hacer eso. Por algunas razones.
Primero, si usted desaparece al libre mercado no desaparecerá el materialismo. Seguirá tan campante. La causa de esto es que el materialismo está en la persona, no en el sistema económico.
Es como la codicia humana que se sufrirá por igual con el capitalismo que con el socialismo. Creer que cambiando un sistema económico se corrigen vicios humanos es ingenuo.
Segundo, quite usted la libertad de mercado y caerá en un sistema de poder gubernamental excedido, que estancará al crecimiento. No es una cuestión teórica, es lo que pasa en la realidad. Le digo, si se cree que cambiando estructuras sociales se mejorará la moral humana, se estará en un serio error.
Se decía en eso que leí que en otros tiempos pasados era la demanda de un producto la que determinaba su oferta.
Esta es una ley económica que establece una relación entre oferta y demanda: el crecimiento de la demanda tenderá a hacer subir los precios y esto es lo que hace atractivas las inversiones para aumentar la oferta de ese bien. No es un mal razonamiento.
Pero se agregaba que en la actualidad las cosas han cambiado, que ya no es la demanda la que determina la oferta. Las cosas son distintas porque las empresas tienen muchas necesidades y exigencias y que ellas usan a la publicidad para influir en las personas y hacer que ellas compren lo que no necesitan inventando necesidades.
Es curiosa esta manera de pensar. Supone que esa ley económica funcionaba antes pero no ahora y que eso se debe a que las empresas tienen muchas exigencias y necesidades.
¿Debemos pensar que antes las empresas no eran tan exigidas? No suena lógico. Las empresas necesitan utilidades, siempre las han necesitado. De una manera u otra las empresas han usado diferentes formas de publicidad.
Decir eso es fácil, sin pruebas ni razonamientos. No veo como una ley económica puede dejar de operar por causa de la publicidad o de las exigencias empresariales (lo que sea que eso signifique).
En fin, una opinión si mucho fundamento, pero que se explica por lo que leí a continuación.
Se decía allí que los medios masivos de comunicación, en manos privadas, facilitan el consumismo al difundir su ideología, concretamente “la ideología de la clase dominante” que explota al consumidor haciéndole comprar lo que no necesita para satisfacer necesidades que les han creado.
Aquí es donde está la clave de todo: la visión amplia y grande que influye en nuestras opiniones.
En este caso, es la visión de la lucha de clases en una de sus versiones. Hay una clase, la dominante, que quiere libres mercados, que crea necesidades materiales, que controla los medios, que explota al consumidor.
Y, de acuerdo con esto, lo que se necesita para resolver el problema es retirar el poder a esa clase dominante. Así se acabarán los problemas.
Pero, ¿a quien dar ese poder de los dominadores? La respuesta es, a los gobernantes. Una contestación que es curiosa al menos.
Significa cambiar a una clase dominante por otra, con la esperanza (vana) de que la nueva clase dominante sea angelical. No tiene mucho sentido suponer que los nuevos dominadores estén libres de todo vicio y defecto.
Podría haber otra solución, más ingeniosa. Se basa en la desconcentración de poder. Se llama régimen de libertades y tiene manifestaciones que todos conocemos, como libertad de expresión, libertad de voto, libertad educativa y, por supuesto, libertad económica.
En fin, sólo quise examinar una opinión acerca del consumismo, un materialismo indeseable, lo que es válido. Pero una que propone remediar un mal con otro peor aún. La falla es común, sucede a todo remedio que busca al gobierno como la solución a todo mal que se padezca.

miércoles, 24 de agosto de 2016

EMDR y la pluma de Dumbo

Nota: véanse los comentarios para la actualización de este tema).
 
El protagonista de la película de 1941 Dumbo, el Elefante Volador es un pequeño y dulce elefante que nace con orejas gigantescas y es despreciado -hasta que descubre que, gracias a sus orejas, puede volar.
Bueno, no es exactamente así. Nosotros, los espectadores, sabemos que la fuente de su poder son sus orejas; pero Dumbo (cuya confianza en sí mismo es muy frágil; a fin de cuentas, todo el mundo se ríe de él) no se lo puede creer. Un bondadoso ratón, Timoteo, resuelve el conflicto dándole una “pluma mágica” y diciéndole: “mientras la tengas contigo, ¡podrás volar!”
Estoy seguro de que Timoteo, como el genial psicólogo que era (todos los ratones lo son; sólo pensemos en cuánto le enseñaron a B. F. Skinner y sus colegas), se sabía de cabo a rabo el concepto de “respuesta placebo“. Pues eso es la pluma: una “receta” que no tiene ninguna influencia sobre el problema pero que suscita una mejoría debido a que el paciente se fía de ella.
Placebo y responsabilidad
Podría parecer que el “efecto placebo” es indiscutiblemente benéfico. Pero el director de Dumbo (y la psicología) son conscientes de que tiene sus costos. Para empezar, el uso del placebo puede evitar que el paciente reciba un tratamiento verdaderamente eficaz.
Pero hay una implicación más onerosa -porque es más soterrada: el placebo reduce (o redistribuye) la responsabilidad de la persona sobre sí misma. Como Dumbo, quien usa placebos deposita en ellos un poder o capacidad que, en esencia, proviene de sí mismo. De ahí que, a corto plazo, el placebo funcione -y Dumbo pueda volar. Mas, cuando la pluma desaparece, la persona ha de enfrentarse nuevamente a su dolencia -y Dumbo a su creencia de que no sirve para nada.
Por eso es tan brillante el personaje de Dumbo: porque es un niño que consigue crecer plantando cara a su miedo más terrible -el miedo a “caer”, a no ser nadie, a no valer la pena. La escena en que descubre que no es la pluma sino él quien vuela es también el punto de inflexión de su vida. Segundos antes, era aún un niño -asustado, tímido, dependiente; ahora, es casi un adulto, plenamente consciente de sus poderes y limitaciones. Pues crecer implica, entre otras cosas, asumir progresivamente la responsabilidad sobre la propia vida en diversos ámbitos y ocasiones.
EMDR: la “penicilina” de la psicología
El título no es mío; proviene de esta página, que compara la invención de la Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR) con el descubrimiento de la penicilina. Singular despropósito que traiciona la nula credibilidad de la información que allí encontramos. (Por desgracia, esta exageración casi megalómana no parece la excepción sino la regla, a juzgar por la cantidad de volantes, afiches y mensajes de propaganda de la EMDR que he podido ver).
La EMDR fue inventada (¿o descubierta?) por Francine Shapiro. Según la leyenda, Shapiro gustaba de pasear por el parque para dar vueltas a sus problemas. Un buen día, reparó en que, mientras lo hacía, miraba alternativamente a izquierda y derecha sin fijar su vista en nada en concreto; y que eso contribuía a calmar su ansiedad. Consciente de la singular importancia de esta aparente nadería, procedió a ponerla a prueba con sus pacientes: les hacía recordar o revivir escenas traumáticas mientras miraban su dedo, que movía rítmicamente de lado a lado. ¡Y los pacientes mejoraban! (O eso dice ella; la evidencia no es nada concluyente). La “explicación” de Shapiro fue que el movimiento ocular estimula alternativamente los dos lados del cerebro y que esto, a su vez, favorece el “reprocesamiento” de los “recuerdos traumáticos”.
Como suele ocurrir, Shapiro procedió a adquirir los derechos de la “tecnología de reprocesamiento” y a crear un sistema de enseñanza. Sólo quienes lo siguen están “autorizados” a practicar esta terapia (lo cual recuerda a la “imposición de manos” de la Iglesia Católica, al psicoanálisis ortodoxo y a la Cientología); y deben firmar un acuerdo en el que prometen no enseñar la técnica a otra persona por su propia cuenta. Todo lo cual va en contra del libre acceso a la información que es consustancial a la ética científica, pero permite generar un negocio rentabilísimo mediante “franquicias” de enseñanza (que, por su parte, proclaman la eficacia de la EMDR con bombo y platillo).
Los adeptos a la EMDR se la creen a pies juntillas; forman un grupo selecto y convencido de la eficacia de su terapia. Lo curioso es que los estudios controlados no han demostrado fehacientemente que la EMDR sea más eficaz que cualquier otra forma de terapia -o, de hecho, que la ausencia de cualquier terapia.
La “penicilina”, en disputa
No hay que sorprenderse; ciertamente, es sumamente difícil diseñar y poner en marcha un experimento para demostrar la eficacia de cualquier psicoterapia. Pero hay detalles que arrojan una duda razonable sobre las pretensiones casi megalómanas de algunos defensores de la EMDR.
En concreto, que la aplicación de la técnica a personas ciegas o sordas “demostró” que no hace falta el “movimiento ocular” para alcanzar los éxitos de la EMDR tradicional. Se pueden usar sonidos o toques en el cuerpo, siempre y cuando (se supone) alternen rítmicamente de lado a lado. De ahí que Shapiro la haya rebautizado de “Terapia de Reprocesamiento”.
En este punto, una de dos. O bien, en efecto, el movimiento ocular no es más que una instancia de un fenómeno más general, la activación rítmica de los dos hemisferios cerebrales, que también puede provocarse mediante otros “canales sensoriales” (y ésta es la explicación de Shapiro); o bien los toques, ruidos y dedos que se mueven son simplemente la Pluma de Dumbo.
¿”Reprocesamiento”?
No queda nada clara la manera en que “la activación rítmica de los dos hemisferios cerebrales” podría contribuir a “reprocesar” los recuerdos “traumáticos”. Para ser rigurosos, tampoco queda claro en qué consiste dicho “reprocesamiento”; y sobre la idea del “trauma”, tan querida por el psicoanálisis freudiano, la teoría cognitiva la ha desmentido exhaustivamente.
Para que una hipótesis como la del “reprocesamiento de los hemisferios” tenga sentido no basta con enunciarla; es fundamental inquirir en su mecanismo causal. La cháchara sobre “activación rítmica de los hemisferios” no basta; se necesita una hipótesis enunciada con suficiente precisión y rigor como para ser puesta a prueba mediante estudios del cerebro. (Aquí hay unas cuantas).
EMDR y exposición al estímuloMuchos críticos han señalado que la EMDR es muy parecida a una técnica tradicional de la terapia cognitivo-conductual: la exposición, que consiste en hacer que la persona afronte, imaginaria o realmente, las situaciones que le producen temor o ansiedad. “Se trata de la tradicional exposición más el movimiento de los dedos”, dicen.
Esta idea no parece muy correcta. La exposición precisa que la persona se mantenga imaginando ininterrumpidamente y sin distracciones la situación ansiógena por un buen rato (no menos de 25 minutos), para que su sistema nervioso “decondicione” la respuesta de ansiedad. La EMDR, por el contrario, requiere que la persona pase de imaginar o recordar la escena a prestar atención a los dedos, toques o ruidos y de nuevo a la escena, y así sucesivamente. Si el principio de la EMDR fuera la exposición, esta forma de actuar tendería a empeorar, y no mejorar, los síntomas. (Para una exposición de cómo se realiza la EMDR, véase aquí).
EMDR y “flujo de consciencia”
No. Si a algo se asemeja la EMDR, es a una “técnica” que Michael Mahoney bautizó de “flujo de consciencia” -pero que existe desde el amanecer del mundo con nombres como “meditación vipassana” o “contemplación”.
El término “vipassana” es singularmente exacto, pues significa “ver con claridad”, “ver las cosas como son en realidad” o “discernir y diferenciar”. “Flujo de consciencia” es el nombre que William James le dio al acto de, sencillamente, prestar atención irrestricta e ilimitada a la sucesión de experiencias (pensamientos, recuerdos, imágenes, sensaciones…) que acaecen en la mente en un momento dado, sin interrumpirlas ni reconducirlas. Por último, “fantaseo” es la variedad de flujo de consciencia que experimentamos día tras día mientras realizamos actividades mecánicas que no requieren nuestra total atención (conducir, cocinar, planchar, ver televisión, etc.); se caracteriza por no ser irrestricto -pero tampoco profundo.
Olvidado hasta hace no mucho, el “flujo de consciencia” ha vuelto por sus fueros a la psicología, la neurociencia y la ciencia cognitiva. Hay algunas razones; ante todo, que todo el mundo lo experimenta varias veces al día; que en el flujo de consciencia la “mente” se despega de la entrada sensorial para seguir sus propios patrones de asociación; y que la meditación vipassana (aquí llamada “mindfulness“) parece producir efectos benéficos -relajación, distanciamiento de los problemas, etc.
Dificultad y efectos del flujo de conscienciaCualquiera puede atestiguar que el “flujo de consciencia” puede ser peligroso y dar lugar a resultados inesperados y espectaculares. Basta con que lo intente. Tómese una media hora de tiempo libre, vaya a una habitación donde nada ni nadie lo distraiga, recuéstese o siéntese, cierre los ojos (si quiere) y deje su mente en libertad. Limítese a ver qué imágenes o ideas surgen en ella, hacia dónde conduce, sin interrumpirla ni desviarla. Verá lo difícil que es.
Estamos habituados a recorrer un camino bien delimitado y seguro cada vez que pensamos y a reaccionar con un firme “¡no!” cuando nuestra cabeza, ocasionalmente, nos lanza recuerdos o escenas incómodas (molestas, tristes, vergonzosas). “¡No! ¡Yo no puedo estar pensando eso! ¡Yo no soy así!” -suele ser nuestra respuesta automática. Inhibirla trae consigo un costo difícil de afrontar.
Porque sí, en efecto, sí que eres así; sí que piensas en violencia, sexo, muerte, en todo lo horrible y repugnante, en tus momentos más aciagos y terribles -aquellos que has tratado de olvidar o ignorar toda la vida. Cuando sueltas el timón de tu mente ésta se ve atraída casi inexorablemente por los remolinos -casi nunca por las zonas de calma.
Las reacciones inmediatas a este descubrimiento, a la consciencia inescapable de cómo es tu mente y de qué tiende a fanteasear, suelen ser poderosas y dramáticas. El estado de ánimo cambia de repente: ira, dolor, tristeza, ansiedad, asco, se suceden vertiginosamente sin solución de continuidad. Las personas tienen espasmos, se agitan o lloran, se levantan o cubren la cara con las manos. Pueden desmayarse, sudar, tener náusea, hiperventilar… Toda una plétora de eventos que, si la persona no ha sido advertida y el terapeuta no está preparado y no confía en su propia competencia, pueden volverse desastrosos.
La pluma de Dumbo
Esta última frase nos da la pista de lo que la EMDR hace -y una posible explicación de su éxito. El flujo de consciencia es medicina peligrosa pero potentísima; es lo más cercano que existe a la experiencia directa de nosotros mismos y genera cambios sumamente abstractos en la manera en que abordamos la vida. Es, pues, harto eficaz -una vez que se consigue trascender el inmenso dolor inicial. (El Libro Tibetano de los Muertos es, entre otras cosas, una crónica metafórica de este mismo proceso: cada vez que el “muerto” observa algo terrorífico, el libro le dice: “no temas, no huyas; recuerda que todo eso ha sido creado por tu mente, y conseguirás liberarte”).
La EMDR es flujo de consciencia más la pluma de Dumbo. Al ofrecer una conducta sencilla e intrascendente (ver los dedos moviéndose, escuchar ruidos a cada lado, etc.) y convertirla en el centro de la terapia, en el foco de la eficacia, terapeuta y paciente depositan la responsabilidad en un placebo -y se liberan de la ansiedad concomitante; lo cual los pone en la mejor posición para sumergirse en las procelosas aguas de la mente del último. El “principio activo” no son los dedos, los toques ni nada de eso; es la sencillez de ver cómo eres, del ceder el control de la consciencia. Pero los toques y los ruidos tranquilizan al paciente -y, sobre todo, al terapeuta.
(Es decir, una vez más, la técnica sirve para acallar el miedo).
La pluma de Dumbo, pues.

Sólo resta por saber cuánto tiempo tardará la psicología en constatar que es Dumbo, y no la pluma, quien consigue volar; y en devolverle la responsabilidad al terapeuta y a la persona -y quitársela a unos dedos oscilando en el aire, unos zumbidos a derecha e izquierda.
 
 
 
 

miércoles, 17 de agosto de 2016

Personal sanitario, animales de costumbre que pierden la humanidad

Cuando una persona de hacer siempre lo mismo pierde la brújula del norte mal vamos. Me explico: Uno asiste atónico al ver cómo el personal sanitario discute sobre atender a un niño en un hospital u otro. No daremos nombres, pero padecerlo es lamentable. Mientras un pobre niño enfermo yace en la camilla móvil, ese personal que olvida lo fundamental, discute, incluso sin preocuparse del gotero que tanto acongoja al pequeño. El niño escucha cual trapo tumbado y enfermo, ahora roto al oir las palabras: - Aquí no le toca! Qué lo manden al Xeral. Y lo expresa con tanto énfasis que el niño, ahora trapo roto, desaparece para ese sanitario por su ira e incomprensión.
Pues así seguimos, treinta años después. Aquí no es dice la sanitaria mientras tramita el acceso de la pobre niña que no para de vomitar. Ni una mínima y leve atención. Al revés, hasta parece que una leve sonrisa se dibuja en su cara. La sonrisa del NO.
Otro día contaremos como se puede llegar a dar la noticia de que alguien murió en la sala de quirófano diciendo: Vengan rápido, ha muerto! Hagan el favor de venir que hay un señor llorando! Entonces te preguntas, nadie consuela en un hospital? dónde quedo el poder curativo de la mente? Estos científicos locos no creen en ello. No creen en las emociones positivas. Con antibiótico y vacunas curan el cuerpo, pero la mente y el espíritu, muchos, lo tienen podrido y, rogamos mucho cuidado, son tóxicos pueden contagiarnos.
 

Tierra, agua, viento y conocimiento, Algunos de los elementos

"Si tienes la paciencia de la tierra, la pureza del agua y la justicia del viento, entonces eres libre"
Paulo Coelho