Las
esencias socialistas de Corcuera
Por: José Manuel Sánchez Fornet.
José Luis Corcuera nació en
Burgos en 1945; en su juventud trabajó como electricista en la industria en
Bilbao, fue destacado sindicalista en la UGT donde ocupó la secretaría de
Acción Reivindicativa, hasta que dimitió de la misma en 1985 cuando ya era
también diputado del PSOE por Vizcaya. Con su dimisión tomaba partido a favor
del PSOE y Felipe González en las discrepancias que mantuvo con Nicolás Redondo
y UGT, que desembocaron en la huelga general de 1988. Hay hasta quien dice que
el nombramiento de Corcuera como ministro de Interior del Gobierno de Felipe
González, el 7 de julio de 1988, fue un impulso importante para que se
convocara la huelga general el 14D del mismo año, la de mayor seguimiento
conseguido en la reciente historia de España.
CORCUERA, LEY 1/92, FONDOS RESERVADOS Y TALANTE DEMOCRÁTICO
Siendo ministro de Interior hizo un uso sorprendente del dinero de fondos
reservados que utilizó para regalar joyas a mujeres de mandos policiales. Lo
reconoció y defendió como si le fuera la vida en ello, su derecho a usar esos
fondos cuantiosos destinados a combatir delitos para agasajar a mujeres de
mandos y garantizarse su complicidad más allá de lo legalmente exigible. Y no
pasó nada.
No parece que tuviese ningún control ni responsabilidad sobre lo que hicieran
los directores generales de la Policía y la Guardia Civil. Carlos Conde Duque,
nombrado por él en 1991, se vio inmerso en una polémica por sus millonarias
posesiones y activos al dejar la Dirección General de la Policía (pasó a ser
delegado del Gobierno en Castilla y León), negándose a decir si había recibido
dinero de los fondos reservados. También se vio inmerso en una polémica por
enriquecimiento ilegal Rodríguez Colorado, antecesor de Conde Duque en la
dirección general de la Policía, y no hace falta hablar de Luis Roldan,
director general de la Guardia Civil. El ministro estaba trabajando en una ley
para controlar a millones de ciudadanos honrados en las calles del país sin
respetar sus derechos civiles, y como además controlaba y repartía fondos
reservados para las mujeres de los mandos no se enteró de nada de lo que pasaba
en las direcciones generales de Policía y Guardia Civil.
Corcuera hizo una ley, la 1/92 de Seguridad Ciudadana, que le pedían los mandos
más retrógrados de las fuerzas de seguridad, los que colocan la seguridad por
encima de la libertad y los derechos civiles, y consiguió que se la aprobaran
salvo en lo de la “patada en la puerta” (violar cualquier domicilio sin
mandamiento judicial), abriendo la posibilidad a millones de identificaciones
arbitrarias e ilegales que se siguen llevando a cabo hoy. El Tribunal Supremo,
en sus argumentos para validar la ley y la potestad de la Policía para
identificar a un ciudadano en la vía pública, reflejó que era legítimo hacerlo
siempre que “la persona identificada resultara sospechosa de haber cometido un
delito o de que puede cometerlo”. En contra de esa interpretación, desde
entonces y hasta hoy se organizan “filtros” (controles) en cualquier calle, se
cachea a cientos de ciudadanos para conseguir encontrar unas dosis de droga
para consumo propio a dos o tres personas y justificar así el trabajo policial.
Esta es la gran aportación de José Luis Corcuera al socialismo que con tanto
ahínco defiende ahora. Mientras esto pasa, cada mes hay miles de llamadas de
emergencia al 091 o 062 de la Policía y la Guardia Civil que quedan sin
atender. Se llevan a cabo millones de identificaciones indiscriminadas, sin
razón y por lo tanto ilegales, gracias a la ley de Seguridad Ciudadana de
Corcuera, ratificada en fechas recientes por la ley “Mordaza” del PP, que
mantiene la filosofía policial que implantó el ministro socialista de plenos
poderes policiales con desprecio a los derechos civiles de la ciudadanía. Así
actúan todos los cuerpos de seguridad desde 1992.
Lo expresó un día en el Consejo
de Policía señalando que el perfil idóneo para seleccionar a los policías era
que fueran fuertes y obedientes, siendo secundaria cualquier otra condición.
También fue determinante su
“filosofía” respecto a la formación policial. Nada de policías bien formados y
que tuvieran conciencia de su servicio, cumpliendo las leyes y protegiendo los
derechos de la ciudadanía. Lo expresó un día en el Consejo de Policía señalando
que el perfil idóneo para seleccionar a los policías era que fueran fuertes y
obedientes, siendo secundaria cualquier otra condición. Una concepción
claramente militar que nada tiene que ver con la función policial. Un soldado
debe obedecer las órdenes y el mando que las imparte es responsable porque la
obediencia es un valor por encima de cualquier otro en la milicia, pero no en
la Policía, porque no existe la obediencia debida y cada policía responde
personalmente de sus actos ante la autoridad judicial.
Ser buen soldado es obediencia al mando, ser buen policía es saber distinguir
órdenes legales de las que no lo son, no permitir que se vulneren derechos
constitucionales, humanos y civiles de la ciudadanía, que es una exigencia
legal como principio básico de actuación de cualquier policía y que no puede
ser sustituida por ninguna orden. En el momento en que hay una orden ilegal la
obligación del policial en cumplimiento de la ley es oponerse a ella.
Lo que quería Corcuera no era una policía democrática, era una policía de
valores militares y poca formación, y lo consiguió. Vistos los actos del día de
la Policía del 2 de octubre pasado, el uso de armas largas y disparos de salva,
la presencia de la religión en los actos, y la actividad operativa que se
desarrolla ante la ciudadanía, se puede decir que lo avanzado en los primeros
años de gobierno socialista en cuanto a desmilitarización y respeto a los
derechos civiles de la ciudadanía se estancó y empezó a retroceder en el
mandato de Corcuera. Y desde entonces ese viaje de retroceso no se ha detenido.
LA DEMOCRACIA INTERNA EN LA
GUARDIA CIVIL
Con todo esto, en mi opinión lo
peor de su mandato fue la persecución a la que sometió a los miembros
demócratas de la Guardia Civil, los del SUGC (Sindicato Unificado de la Guardia
Civil), para lo que se organizó todo un plan (“Operación Columna”), se compró a
periodistas, se infiltró a guardias de la lucha contra el terrorismo en el SUGC
y se llevaron a cabo actuaciones tan desproporcionadas como interceptar las
seis cabinas telefónicas públicas del pueblo donde estaba destinado José
Morata, sargento expulsado por su defensa de la democratización del cuerpo y
promotor de la asociación COPROPER-6J, antecedente de la actual AUGC. Morata
sigue expulsado, con otros compañeros, a pesar de una Proposición No de Ley
aprobada en el Congreso por unanimidad en el año 2010 facultaba al Gobierno
para promover el reingreso de todos a la Guardia Civil. Ni el PP ni el PSOE han
hecho nada ¿Por qué votan a favor entonces?
Muchos de los detenidos en la “Operación Columna” fueron encarcelados en
prisiones militares, otros en psiquiátricos y algunos en ambos, y a varios de
ellos les quedaba una secuela en forma de tic en el cuello que les hacía mover
involuntariamente la cabeza con espasmos continuos. Eran guardias de distintos
lugares de España que coincidieron en las prisiones y psiquiátricos militares.
Y todo ello cuando ya hacía muchos años que en cuerpos policiales militarizados
y en ejércitos del centro y norte de Europa existían sindicatos, que siguen
existiendo hoy y no han sido un elemento extraño para los regímenes
democráticos donde trabajan sino al revés.
Y ahora, ya jubilado, se arroga
ser poseedor de las esencias socialistas. Así le va al PSOE si el faro que los
guía o la luz que alumbra a sus dirigentes la porta José Luís Corcuera, uno de
los instigadores de la “patada en la puerta” del pasado Comité Federal con la
que se les fue la mano y en vez de la puerta tiraron el edificio y el partido
con sus 137 años de historia.
La persecución más implacable
contra los guardias civiles demócratas se llevó a cabo entre el 88 y el 91,
siendo Corcuera ministro, aunque tanto él como Rafael Vera siempre dijeron que
era cosa del ministro de Defensa, Narcís Serra, cuyos méritos quizás le
valieron ser nombrado vicepresidente primero del Gobierno de González y después
director de Caixa Catalunya, denunciado años después por prácticas corruptas en
la gestión de la entidad por la fiscalía anticorrupción.
No hay democracia que merezca tal
nombre donde se hayan producido abusos contra servidores públicos,
presuntamente amparados en la ley, de esta magnitud. Solo un régimen político
indigno de llamarse democracia puede tolerar esas prácticas propias del régimen
más feroz contra los derechos humanos. Dudo mucho que en un país en guerra
quienes fueran traidores recibieran esa tortura. Y las víctimas eran, y son,
funcionarios públicos, servidores del Estado, agentes que quieren una Guardia
Civil más democrática, equiparable con cuerpos similares de otros países y
cuyos miembros sean profesionales y no soldados obligados a disparar pelotas de
goma a náufragos por su condición militar. La ley del mar y todas las leyes de
la humanidad dicen que al peor asesino que esté en riesgo de ahogamiento lo
rescatas y después lo sometes al imperio de la ley. No hace falta ni ley para
entender esto. Que a hambrientos inmigrantes que no sabían nadar, helados en el
mar y de noche, un mando militar de la Guardia Civil ordene disparar y siga en
activo demuestra el nivel de ignominia en que se trabaja en ese cuerpo, y
personajes como Corcuera han sido determinantes en que esta situación se
mantenga, combatiendo por tierra mar y aire, legal e ilegalmente, a los que
pretendían una situación distinta, mejor, democrática, razonable, homologable
con cuerpos de policía más o menos militarizados de países democráticos.
RETRATO DE MINISTRO DE UN PSOE
QUE NO VOLVERÁ
Conocí a Corcuera siendo
secretario general de Madrid del sindicato policial mayoritario, y coincidiendo
con su mandato fui elegido secretario de organización nacional (1989) y
secretario general (1992). Su asesor para asuntos sindicales, Jesús Armendariz,
tras acumularme cinco expedientes disciplinarios por la comisión de faltas
graves consecuencia de críticas públicas contra el ministro, me amenazaba con
expulsarme de la Policía. La crítica no era bien recibida en Castellana 5 pero
no consiguió callarla.
En el año 2006, con motivo de los continuos insultos del locutor Jiménez
Losantos contra la Policía y los policías de ideas socialistas a los que hacía
cómplices del 11M, difundí una carta crítica hacia el locutor que le llegó a
Corcuera, alguien le facilitó mi teléfono y me llamó para felicitarme por la
claridad de lo manifestado, ignorando que esa misma claridad me había costado
cinco expedientes disciplinarios cuando él era ministro de Interior por
criticar sus políticas y los errores que se cometían en la Policía. Coherencia.
Corcuera representa a un PSOE
irreconocible para muchos de sus militantes, un partido que posiblemente haya
sido enterrado la pasada semana gracias a socialistas como él por más que
todavía no se haya oficializado el entierro.
Con motivo de la feria de
Sevilla, en el año 2011 fue denunciado por un policía local por pretender
acceder a la zona reservada de coches oficiales con el vehículo oficial que
seguía utilizando 18 años después de haber dejado su cargo de ministro.
Finalmente accedió a la zona reservada pero por la denuncia fue condenado a
300€ de multa. Otro ejemplo de coherencia de Corcuera y su ley aplicable a
otros pero no a él.
Corcuera fue un ministro que no escatimó dinero para comilonas con políticos y
mandos policiales; tampoco fue tacaño en el uso de fondos reservados, con los
que regó bien a la cúpula policial de sobresueldos y a sus señoras de joyas,
adquiridas con dinero para combatir el terrorismo, el narcotráfico, comprar
confidentes, etc., y sobre todo se empeñó en sacar adelante una ley que
vulneraba los derechos civiles de la ciudadanía (cada dos meses había que llevar
los libros de presentados en comisaría al fiscal; en 23 años de vigencia ni un
solo libro de ninguna dependencia policial fue trasladado a la fiscalía ni
ningún fiscal los reclamó); y ahora, ya jubilado, se arroga ser poseedor de las
esencias socialistas. Así le va al PSOE si el faro que los guía o la luz que
alumbra a sus dirigentes la porta José Luís Corcuera, uno de los instigadores
de la “patada en la puerta” del pasado Comité Federal con la que se les fue la
mano y en vez de la puerta tiraron el edificio y el partido con sus 137 años de
historia.
Corcuera se manifiesta como poseedor de las esencias socialistas desde la
oligarquía del coche oficial y su buena pensión, sin haber rendido cuentas ni
por el uso de fondos reservados ni por el desprecio a los derechos de la
ciudadanía que provocó su ley, y se dice preocupado por el interés de España,
su España, la de esta peste de dirigentes que han vivido muy bien en este país
de corrupción y pandereta, y que al ver que peligraba su cómoda forma de influir
en el partido no han dudado en romperlo, destruirlo, derrotarlo, porque para
ellos siempre fue una excusa para mantener su buen yantar y mejor vivir.
Corcuera representa a un PSOE irreconocible para muchos de sus militantes, un
partido que posiblemente haya sido enterrado la pasada semana gracias a
socialistas como él por más que todavía no se haya oficializado el entierro.